Esta mañana al levantarme, he intentado encender las luces, pues el sol aún estaba sesteando, pero no se han encendido, como un tonto he probado varias veces, pero nada. Así que he desayunado en un bar que no había sido expulsado de la civilización. Lo he hecho malencarado, pues para mí, el desayuno es un momento íntimo y solitario que sirve para reafirmarme en este mundo. Una sensación de incomodidad se me ha pegado y ha estado bailando conmigo como eje durante el resto del día. Como siempre que algo así pasa, he sentido mi total vulnerabilidad, y por no estar sólo la de el mundo que nos rodea, para que se acabe nuestra civilización hace falta muy poco, los que hemos nacido en ella, no superaremos el golpe del todo nunca. El mundo se acaba inexorablemente en 2012, para muchos, pero puede que tengamos novedad, quizás se acaba para todos, anoche darle al interruptor y que la luz se encendiera era un axioma matemático, pensar lo contrario imposible. Pero nadie esta a salvo de un pequeño apocalipsis, y de apocalipsis en apocalipsis hasta la hecatombe colectiva.
Por eso, en prevención voy a intentar publicar más tonterías aquí, porque me gustaría llegar al fin del mundo con casi 100 post escritos. Una nadería que a nadie importa excepto a mí, exactamente como sucede con mi desayuno.
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