Tuesday, May 22, 2012

Tinta de calamar


   A mí también me pasa, sobre todo lo hacía de niño, cuando ese jarrón con alguna cicatriz, caía para no volver a recomponerse jamás víctima de mi balón "de reglamento" jarroncida, o cuando era pillado "in fraganti" siempre justo después de pecar y nunca antes. En esos momentos, siempre, siempre deseaba que ocurriese una hecatombe para sepultar mi problema, con otro más grande y más colectivo. En medio de un terremoto, bajo el tsunami o frente a la invasión alienígena definitiva, no queda tiempo para acordarse de si el crío rompió por cuarta vez el jarrón comprado en "La semana de Oriente de EL Corte Inglés", o si acaso usó la mano cual cuchara, para deglutir la sagrada tarta del cumpleños de su hermana en medio de la noche.
   Lo maravilloso de hacerse mayor y acceder a "la vida de verdad", es que algunos, muy pocos, pero una cantidad cierta y reconocible de estos niños, adquieren la capacidad de provocar terremotos, tsunamis y lo que sea necesario. Y con ese PODER no tienen reparos en jugar a un peligroso despiste en el que los daños colaterales somos nosotros. 
  Ya saben que el fin se acerca, así que no se extrañen cuando vena como gigantescos calamares abisales cubriendo todo un "#CielodeMadrid" con su tinta ennegrecida. Ellos han violado la celebérrima frase del malogrado tío Ben, mutándola en algo parecido a: "Un gran poder, conlleva la posibilidad de diversificar la responsabilidad", una frase menos redonda y rotunda, ideal para estos tiempos de medianías y hombros arribistas o eran "arrimistas"??. 
En fin, intenté ser críptico pero como calamar tengo defecto de serie y  mi tinta es invisible. Tengan ustedes un buen día, o si no cómprenlo.
   El Calamar en su tinta y en lata, por favor.