Sunday, May 30, 2010

Haircut

Ayer fui a pelarme, me senté ante el espejo de una peluquería enclavada en el corazón metálico de un centro comercial, varios clientes nos alineábamos sentados en sillones idénticos, todos enfrentados a nuestro reflejo, sobre el que baila la estetiticista que nos tocó en suerte. Mientras me cortan el pelo, lo lavan, mojan, secan, corrigen, definen… Mi rostro muta, atractivo, feo, gordo, flaco, sorprende con que facilidad salto de una personalidad a otra, ninguna de ellas me convence y se me hace un poco angustioso estar frente a mí mismo tanto tiempo, hubo un tiempo en el que podía sostener mi mirada hasta bien entrada la noche. A día de hoy me es imposible, sólo diluido me reconozco. El resultado no es del todo malo, concluyo pues que me iré
afeando lentamente hasta la próxima visita.
- Me levanto, la chica que cobra habla animadamente con una cliente habitual eso retrasa un poco el pago del servicio, hago tiempo inquiriendo a la montaña de revistas en la mesa de espera, miro con descuido a la gente que camina fuera, por el pasillo central del centro comercial, no obtengo ninguna respuesta. Mi hastío crece hasta que revela mi presencia, y la chica hace una pausa con la clienta habitual para que yo pague mi deuda, lo hago siempre sonriente y con una amabilidad que gusto en exagerar.
- Me incorporo al torrente y elijo un destino, noto la cabeza más ligera, desprovista de su cubierta es taladrable. Observo un escaparte y penetro en la tienda con una facilidad cercana a la felicidad.