Thursday, April 01, 2010

Semana de pasión.

Cuando ante cuatro días de fiesta, me veo la mirada del peatón al cruzar una amplia avenida, muy bien no pueden estar las cosas. Esperaré a que el semáforo me diga de cuanto tiempo dispongo sabiendo de antemano que sólo gastaré un tercio, apretaré el paso, no sin dejar de controlar a los coches, sus bastidores siempre sonrientes, ante la vista de las débiles piernas del peatón, difuminaré el lóbrego pensamiento concentrándome en el futuro, mirando la otra acera, no podré hurtarme la amargura de saber que aprieto el paso para llegar, pensaré acaso en que quizás pude haber llamado, pero ya es un poco tarde para ir buscando calores humanos, estoy condenado a los lamidos por la costumbre y los que chocan al paso, como torpes mariposas.

Puede que me fije en los compatriotas, cruzando en sentido contrario, buscaré una mirada, un breve instante de belleza, mi propia sonrisa limpiada que me devuelve un niño. Y finalmente pasará, la vida siempre se cobra piezas entre los que la desprecian, por eso siempre miro de reojo los guardabarros ajenos, presto a salvarme con una cabriola circense.